“El problema no es la persona que tiene una discapacidad sino todas las escuelas y colegios que se dicen inclusivos y no lo son. Muchos lo hacen por obligación, para no tener problemas legales. Pero, en el fondo, no quieren asumir la responsabilidad”. La que habla es Silvina Albertus. Hace unos años, por una experiencia personal se juntó con un grupo de conocidos y armaron el grupo “Madres por la integración”. Tienen una página en Facebook en la que cuentan sus problemas y tratan de ayudarse.

En base a su experiencia de más de 10 años, Silvina cuenta que si bien hubo avances y hoy los colegios inscriben más alumnos con capacidades especiales, aún resta mucho por hacer porque hay demasiados obstáculos. Los padres de otros alumnos representan uno de los osbtáculos más grandes en este camino, sostiene. Es que sigue habiendo mucha desinformación. Y por último, está el drama de la falta de maestras integradoras.

Según estima Albertus, el 80% de una buena inclusión depende de la escuela o colegio. “Hoy les va mejor a los que pueden pagar un colegio y una maestra, o tienen obra social que les cubra la integración”, explica. Entre las denuncias que escucha a diario, percibe con frecuencia que las instituciones reciben a los chicos discapacitados si van con su maestra. “Pero si ella falta empiezan los problemas. Tenemos el caso de un chico con autismo: un día no fue su maestra y la directora, en vez de hablar a la familia, decidió encerrarlo en el baño. Un horror. Lo dejaron solo, llorando”, contó. “Vemos cosas que duelen mucho... Por supuesto que también hay casos excepcionales, docentes que se empapan sobre el tema, informan a los alumnos, a los padres de ellos -indica-. Esos son los que valen la pena y nos hacen seguir en esta lucha”.